viernes, 17 de julio de 2009

Divina locura

No estoy aquí porque me trasladé a tu corazón.

Ahora, cuando la rutina estresante me da un respiro o cuando la angustia me oprime hasta dejarme sin aliento, me asomo a este rincón que sólo tú y yo entendemos.

Eres un pensamiento constante, un latido eterno a ritmo de bolero, una lágrima que no deja de brotar.

Mis manos van hacia ti sin llegar a alcanzarte.
Te abrazo y no quiero cerrar los ojos por miedo a que al abrirlos ya te hayas esfumado.

La memoria de mis labios no me traiciona y saben, lo han sabido siempre, cual es el beso esperado.

Mis ojos se vuelven ciegos por no querer ver más realidad que la que desean tener delante y no quiero oir otra voz que no sea la tuya, otra risa que no te pertenezca.


No sé si soy valiente por estar donde estoy o, por el contrario, soy un cobarde por no estar donde quiero estar.

Estoy confundido y, lejos de aclarar mi mente, la niebla de sentimientos se espesa cada vez más.

Esta locura, divina locura, me posee como tú.