lunes, 14 de abril de 2008

Una mirada tuya bastará para sanarme...

No soy hombre religioso, lo confieso, aunque algo hay.
Recuerdo que las pocas veces que he ido a misa con ánimo de escuchar lo que el oficiante tenía que decir, siempre me llamaba poderosamente la atención ésta frase: "No soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme"
Ahora, con un poco de "tunning", la he hecho mía en la versión que refleja el título.
Y es que mi alma, que necesita tanto de la suya, a veces se conforma y reconforta sólo con la complicidad de su mirada.
Sólo en ese momento en que sus ojos se cruzan con los míos, se abre ante mi todo el misterio de su vida y su sentir y me dejan ver a la mujer que hay dentro, a esa mujer que tanto me gusta por su forma de ser.

El tiempo en el que no puedo ver sus ojos, en el que no me deja ser dueño, señor y, a la vez, esclavo de su mirada, comienza a acumularse la añoranza hasta que empieza a enfermar primero, mi alma, luego, mi cuerpo. Y sólo cuando vuelvo a verla, y puedo ver su mirada limpia, comienza a hacer efecto su bálsamo y empiezo a salir del letargo que me dejó la vez anterior.