lunes, 7 de julio de 2008


--BELZEBUTH--
Mi alma, celeste columna de humo, se eleva haciala bóveda azul.
Levantados en imploración mis brazos, forman la puertade alabastro de un templo.
Mis ojos extáticos, fijos en el misterio, son dos lámparasde zafiro en cuyo fondo arde el amor divino.
Una sombra pasa eclipsando mi oración, es una sombrade oro empenachado de llamas alocadas.Sombra hermosa que sonríe oblicua, acariciando los sedososbucles de larga cabellera luminosa.
Es una sombra que mira con un mirar de abismo,en cuyo borde se abren flores rojas de pecado.
Se llama Belzebuth, me lo ha susurrado en la cavidadde la oreja, produciéndome calor y frió.
Se han helado mis labios.Belzebuth. Ha pasado Belzebuth, desviando mi oraciónazul hacia la negrura aterciopelada de su alma rebelde.
Los pilares de mis brazos se han vuelto humanos, pierdensu forma vertical, extendiéndose con temblores de pasión.
Las lámparas de mis ojos destellan fulgores verdes encendidosde amor, culpables y queriendo ofrecerse a Dios; siguenansiosos la sombra de oro envuelta en el torbellino refulgentede fuego eterno.
Belzebuth, arcángel del mal, por qué turbar el almaque se torna a Dios, el alma que había olvidado las fantásticasbellezas del pecado original.Belzebuth, mi novio, mi perdición…
(Chilena, nacida el 8 de septiembre en 1893, muere en Francia en 1921)