viernes, 28 de diciembre de 2007

Hasta el próximo sueño...

Soñar es la mejor medicina que conozco.
A veces, la melancolía, la impotencia y la angustia hacen mella en mi y me hieren en lo más profundo.
Entonces, sólo deseo soñar para evadirme y serenar mi alma.
Eso lo aprendí de Ella, como tantas cosas buenas.

Mis sueños me hacen viajar donde los deseos se mezclan con la realidad y forman ese mundo mágico que le pediría al mismo D-os que me concediera si alguna vez lo tuviera delante.
Son sueños llenos de luz, de colores vivos, de músicas suaves, de gotas de lluvia mezcladas con aromas de naranja, de lavanda y azahar, de magnolias y nardos, de sexo y sudor, de café de microondas y panetone.
Me dejan imaginar mi hogar, donde mi amada me recibe al volver del trabajo, con suculentos manjares (el mejor de todos sus besos)
Ese hogar donde no faltarían las fotos de nuestros seres queridos, todos; donde las flores adornarían los momentos de paz que rodearían nuestro refugio de amor, ese rinconcito delicioso donde acurrucarnos a la suave luz de unas velas que se consumiesen despacio al compás de cada segundo hecho eterno por el milagro de cada beso suyo.
Poco más haría falta en ese hogar. Sólo el calor de su presencia sería suficiente para llenarlo.

También imagino en mis sueños largos paseos por la playa, al amanecer, cuando el sol comienza a salir y a calentarnos. O al atardecer, sentados en la orilla, contemplando como se esfuma. Pero siempre cogidos de la mano.
No sé qué tienen sus manos que me transmiten paz y confianza. No puedo prescindir de ellas cuando paseo a su lado y la intimidad de un callejón o un parque dejan que nuestras manos hablen por nosotros, aunque sólo sean unos tímidos segundos.

Ahora mismo necesito soñar porque la añoro de tal manera que huiría a buscarla y fundirla en un abrazo.

Serán días difíciles. Es Navidad y sé que la echaré de menos; serán muchos (demasiados) días sin verla.
Sé que me estoy acostumbrando mal, pero juro que no puedo renunciar a verla aunque sea a través de los cristales de su casa o desde el balcón de su dormitorio cuando paso por su puerta y la imagino pensando en mi.

No sé si esto que tengo es amor o es EL AMOR.
A mi edad tengo que aprender tantas cosas de Ella...

No puedo parar de escribir, pero mis obligaciones familiares me anulan todos mis deseos y me raptan de nuevo hacia esta realidad que impone su tiranía y me separa de mi verdadero amor.

Hasta pronto amor mio, hasta el próximo sueño.