viernes, 24 de agosto de 2007

El primer beso, el único beso

Ese día iba a ser distinto, lo intuía. Una amiga común organizó una fiesta en su casa...fiesta de las de antes, claro. El tocadiscos, los refrescos, muchas ganas de bailar y...ella iba a estar allí.

No recuerdo quienes estuvieron. No sé si habían más niños. Todo se diluye en mi mente.

Me llevé algunos discos. Tenía una especie de plan, urdido a base de canciones románticas, esperando a que, si se daba la ocasión, bailásemos juntos.

La tarde empezó como una espiral de sensaciones sin fin. Los nervios de la preparación, la incertidumbre de si ella iría a la fiesta o no, la duda de si querría bailar conmigo...Al pronto la vi. Venía, como siempre, cargada de amigas. Daba igual, sólo existía ella. El corazón iba tan rápido que me estaban entrando mareos. Las sensaciones crecían y crecían sin darme tregua al descanso.

Al llegar me dedicó una sonrisa (esa sonrisa de ángel) Ya no cabía en mi. Estaba sucediendo todo como lo había deseado. Sólo quería que empezara el baile y me dejasen poner mis discos...Pero no, empezaron a sonar canciones de los 70, el dúo dinámico, alguna que otra "modernidad" extranjera que alguien llevaba...

Al fin, después de varias canciones, algún refresco y nada de comer (se me había cerrado el estómago) conseguí poner mi música...

"Lovin' you" (Amándote) sonó primero. Empezamos a bailar. No parecía inmutarse mucho, pero yo me sentía desplomar. Como decía al principio, las sensaciones crecían a un ritmo que no podía controlar. Guardando las distancias siempre, como adolescentes bien educados y pudorosos, pude sentir el contacto de su diminuto cuerpo. El roce de su ropa con la mía, el olor de su pelo, el tacto de su piel...
Cuando creí que ya no podría extasiarme más, soltó sus brazos de mi cintura y se colgó de mi cuello. Sonaba "Killing me softly whith his song" de Roberta Flack, nunca lo olvidaré.

Sus pasos menudos conducían mis sentidos por donde nunca nadie lo había hecho. De vez en cuando levantaba la mirada y me sonreía. En una de esas ocasiones, sus ojos se clavaron en los míos y sentí un escalofrío que me recorrió el alma. No lo pensé. Mis labios se fundieron con los suyos y el mundo desapareció.

El beso, el primer beso que di a una mujer, quedó marcado en mi mente y mi corazón para siempre. Sus labios, pequeños, estaban llenos de dulzura. Eran tibios, tiernos.

Hoy tengo que confesar que jamás hubo un beso igual. Sí, he besado a otras mujeres, claro. Pero ese beso tenía algo. Ese beso dejó en mi una semilla que, sin saberlo, germinaría con el paso de los años.

Hoy, muero por volver a besarla...