martes, 28 de agosto de 2007

Morir en un segundo.

No podía ser verdad; o no quería creerlo.

Después de tocar el cielo, una tarde me citó para decirme que teníamos que dejarlo. No hubieron muchas explicaciones, me devolvió un anillo que le regalé (cuya imagen recuerdo como si se lo estuviese comprando ahora mismo) y sólo me dijo que "en mi casa no me dejan salir contigo, soy muy pequeña".

Recuerdo el sitio, la hora, la temperatura que hacía, la expresión de sus ojos...nunca se me borrará esa imagen. No supe reaccionar, no podía creer que me estuviesa pasando, que se me escapase de las manos esa niña, el ser más dulce que nunca conocí. El ser más dulce que, aún ahora, he conocido.

Fueron los días más amargos de mi vida. Lloraba sin consuelo, rebobinaba una y otra vez mis recuerdos tratando de buscar un motivo.
¿Qué he podido hacer? ¿Qué no he hecho?
¿Qué he dicho? ¿Qué no he dicho?


Estaba perdido en medio del mar, del mar de sus ojos, del mar de mis lágrimas.

En principio culpé a su hermana y a su prima, a la envidia de sus amigas, a algún comentario mal intencionado de algún vecino, pero aún así no entendía nada pues éste era el amor más "puro" que nunca he conocido.

Todo se deshizo en poco tiempo. Ella desapareció de la faz de la Tierra. Yo seguí yendo cada fin de semana a casa de mis abuelos con la esperanza de volver a verla, pero no lo conseguí. Hacía los deberes de clase asomado a la ventana por si la veía, afinando el oído por si escuchaba sus risas. Ahora sé que ella tampoco reía. El mundo se alió contra nosotros.

El desasosiego dió paso a la rabia y ésta al intento desesperado de olvidarla...pero no podía.

Durante meses me estuvo rondando la angustia, pasé mi primera depresión sin saberlo (sólo tenía el consuelo de una tía mía, también enamorada por aquél entonces) Me refugié en mis amigos olvidados y así pude sobrevivir.

Todos sus recuerdos, su olor, su beso, su mirada, su risa, todo, lo guardé en el cajón más profundo de mi corazón, bajo llave. Pero también guardé una semilla de esperanza que daría sus frutos con el tiempo, con mucho tiempo, 32 años después.