miércoles, 12 de septiembre de 2007

Gracias mi amor

No tardé mucho en volver allí. Ambos deseábamos estar a solas sin miradas indiscretas que nos impidiesen ser nosotros mismos.

Me invitaba a café, a té...Entre sorbo y sorbo, charlábamos, nos besábamos y acariciábamos como si el mundo no fuese con nosotros.
El tiempo transcurría distinto, rápida pero intensamente.

El 15 de mayo nos citamos temprano, de nuevo en casa (he dicho "casa" y no "su casa" a propósito). Estaba tan nervioso como siempre. Comenzamos a charlar, a reir, a besarnos, a acariciarnos. El deseo de acercarnos el uno al otro había ido creciendo día tras día...

Me dijo si quería ver cómo había hecho encajes de bolillos y la acompañé al dormitorio a ver unas sábanas que había bordado.

Soy consciente de que no puedo contar esta historia como se merece, por eso sólo contaré lo que me dicten mis recuerdos, pidiendo perdón de antemano por no ser capaz de transmitir, en unas pocas palabras, todo lo que sentí esa mañana y lo que significó para mi.

No sé cómo ni de qué manera, acabamos tumbados en la cama, abrazados, mirándonos a los ojos, diciéndonos con la mirada todo lo que nuestros labios eran incapaces de decir.
Casi sin darnos cuenta, pero con todo el deseo contenido, nos íbamos despojando de la ropa.

Recuerdo perfectamente lo que le dije. Estaba paralizado por el miedo a que me rechazara, a confundir sus deseos con los míos, estaba temblando como un chiquillo, pero dejé hablar a mi corazón...





"Me muero de ganas de hacer el amor contigo"







La sonrisa en su cara y el brillo de sus ojos me quitó todo el miedo que tenía.
Me llevó de la mano por sus rincones más íntimos y me arropó con sus besos y sus caricias para que no sintiera miedo.

Yo quería que ese momento fuese especial para ella, pero confieso que necesitaba descubrir si sería especial para mi.
Deseaba que fuera diferente y lo fué. Poco a poco me iba adentrando en su intimidad casi de puntillas, intentando absorber toda la avalancha de sensaciones que me inundaba.
Su rostro reflejaba tanta dulzura y felicidad que a punto estuve de estropearlo todo rompiendo a llorar.

Ese día supe lo que es amar de verdad. No voy a decir nada más. El resto lo guardo para ella y para mi.

La única forma que tengo de darle las gracias es amándola.