martes, 4 de septiembre de 2007

La tetería del beso


Después de aquella primera cita de marzo, hubo una segunda la cual quedamos por correo electrónico, yo estaba deseando volverlo a ver después de aquella primera cita, la verdad no fue a ciegas, yo quería ver lo en realidad ví (la persona que había esperado durante tanto tiempo).

Quedamos a la salida de un aparcamiento, yo era un flan, no quería retrasarme ni un minuto, no le quería hacer pensar que era de esas personas que disfrutan haciendo esperar a los demás, no no yo no era así, mi puntualidad era y es excesiva prefiero ser yo la que siempre esperar.

Ya me estaba esperando era más puntual que yo, pensé que no era yo la impaciente por esa cita él estaba igual de ilusionado que yo, cuando lo ví respiré hondo y mi corazón empezó a acelerarse eso era para mí una buena señal, no era un encuentro normal con un amigo que hacía mucho tiempo que no lo veía , era un sentimiento que brota por todos mis sentidos y me gritaba a voces le quiero, es él es MI AMOR. Empezamos a caminar la verdad no me acuerdo lo que hablamos por el camino los nervios se apoderaron de mí, y así llegamos a la teteria apenas podía subir las escaleras mis piernas eran se habían convertido en goma, nos sentamos en un rincón del fondo se me notaba demasiado que estaba temblando apenas y le podía mirar a los ojos ya que los mios decían muchas cosas que no podía controlar, (TE QUIERO, TE AMO, ESTOY DESEANDO BESARTE Y QUE ME BESES) pero no era capaz de lanzarme (seré demasiado atrevida, me dirá que soy una fresca…..) decidí esperar.

Al poco tiempo me dijo con gran nerviosismo que ya ni me acuerdo de cómo estaba yo, que necesitaba probar una cosa, nada más que en la mirada supimos lo que queríamos “QUERÍAMOS EL PRIMER BESO EN LOS LABIOS” “RECORDAR SI SENTÍAMOS LO MISMO DE HACÍA 32 AÑOS” “FUNDIRNOS EN ÉL Y NO SEPARARNOS”.

Mi cuerpo se estremeció mi alegría hizo que en mi garganta se pusiera un nudo, era cierto mis sentimientos guardados, mi amor eterno estaba a mi lado, YA NO SE PODIA SER MÁS FELIZ, sólo sabía suspirar para poderme creer lo que estaba pasando. Las miradas se hicieron cómplices de todo un futuro.

A la salida me cogió de la mano tímidamente ya que éramos más que amigos, nos hicimos cómplices del destino, anduvimos toda la calle sin parar de mirarnos habíamos sellado el reencuentro de nuestro verdadero amor que siempre viajó con nosotros y lo supimos guardar entre algodones para que nada ni nadie lo estropeara, lo encontramos intacto no le faltaba ni un detalle, lo único que necesitaba a partir de ese gran momento era que siguiera creciendo con nosotros para estar unidos siempre.