martes, 4 de septiembre de 2007

Mil besos

Los nervios no me dejaron en todo el día. Era el 23 de marzo de 2006 y desde bien temprano sólo pensaba en volver a verla.

Estuve puntual en la cita, el estómago me estaba haciendo pasar malos ratos y sabía que mi voz delataría mi impaciencia en cuanto la viese.

Ella apareció puntual, caminando con el garbo que siempre lleva, con su mp3 al oído, tratando de distraerse. Notaba su nerviosismo conforme se me acercaba.

Dos besos y varios suspiros después, nos encaminamos a una tetería donde, al fin, me atrevería a contarle mis sentimientos (o no).

Tuvimos suerte, nos sentamos al fondo de la tetería y poco a poco comenzamos a hablar de cosas triviales.

No pasó mucho tiempo cuando al fin me atreví a cogerle la mano y decirle:
-María, no quiero engañarte, yo no puedo ofrecerte nada...-
No me dejó acabar cuando me dijo -Ni yo tampoco, cero patatero-

No sabía si eso era un SI, un NO, un TAL VEZ...
Estaba hecho un lío. Todo era tan nuevo para mi que no supe reaccionar, así que le hice caso a lo que mi corazón (que por ahora no me había mentido) me estaba dictando...

Cuando leí sus ojos supe con certeza que no me equivocaría. Mis labios, llenos de temblor y emoción, dejaron en los suyos el beso más tierno que jamás di desde hacía 32 años atrás.

-¿No, no, por qué has hecho eso?- me dijo. Pero sus ojos me estaban diciendo otra cosa...

No pude reaccionar, estaba bloqueado, sólo era capaz de atender a mi corazón que se apoderó de todo mi cuerpo y mi mente. Era él quien me empujaba de nuevo a sus labios y me dejé llevar.

Mientras nos besábamos, aparecieron en mi mente todos los recuerdos de ese tiempo pasado...el beso que nos dimos bailando, el olor de su pelo, el tacto de su piel, su mirada dulce y profunda, su sonrisa...todo volvía a mi como por arte de magia...la magia de haberme vuelto a enamorar o la magia de poder expresarle que nunca habia dejado de estar enamorado de ella.